“EL PINCEL EN LA LLAGA”
Articulo extraído del correo (periódico) “La Voce de Italia, Caracas, Venezuela, 30 de enero de 1989”. “El artista que se inspira en el dolor”
Desde los frentes de guerra a las áridas poblaciones del Estado Lara. Puso en sus lienzos, cruces destrozadas, esqueletos expuestos al sol, perros de caza: un mundo alucinante, lleno de desesperación, de muerte y de soledad.
Se llama Alfonso Gobbi Ciechi, pero todos lo conocen como Perzen, porque desde que empezó a pintar así se hizo llamar: y sus cuadros los firma con este pseudónimo. Nació en el extremo norte de Italia, pero vive en Barquisimeto desde hace muchos años y ya es como si siempre hubiera vivido aquí. Contestado, a veces envidiado, otras veces demasiado elogiado, representa una presencia italiana en el campo del arte. De vez en cuando una actividad algo diferente a la que solemos distraernos. Puede ser una reacción infantil, pero nos hace saber que entre nosotros tenemos también un italiano artista. No es solamente que hay, pero que haya tantos… no lo creo.
He dicho: desde que empezó a pintar, porque antes de fijar los colores en los lienzos, Perzen hizo otras muchas cosas. Y esto quiere decir, en otras palabras, que no es un hombre joven: mas bien, joven no lo es porque propiamente, a dejado a sus espaldas también la edad que se usa para definir la madurez, y esto significa que debería hablar de un hombre de cabellos largos grises y de una espesa barba descuidada también gris. Hay una sola palabra para definir a un hombre del aspecto que he sugerido, pero es una palabra que no me gusta, además tampoco se le puede designar considerando que la edad no corresponde a su vigor, a su energía, a su carga vital, que no tiene nada que envidiar a la de un joven. Cierto, la juventud verdadera, en el sentido absoluto, la que mide los años; la perdió en un tiempo muy lejano que no vale la pena detenerse a calcularla. Y desgraciadamente la perdió en el frente ruso, o cualquier otro frente, cuando Europa enloqueció y el delirio de pocos condujo a los seres humanos a aniquilarse con hierro y fuego. Es verdad un pasado muy lejano. Como también es lejano el día en el cual dejo a su Trentino, para buscar nuevos horizontes y la paz al otro lado del océano. Fueron nuevos horizontes pero no fue la paz. Fue un duro trabajo, sudor y el ajetreo en compañía de tanta incertidumbre, fue la amarga vida de un Topógrafo en la áspera y árida tierra del Estado Lara, en los campos, en las zonas desoladas… Y en su mente siempre las imágenes alucinantes del holocausto y de los campos de batalla, los gritos, los gemidos y las miradas de odio o de terror… Y pasaron los años… y el tiempo se encargo de tantas cosas como siempre sucede, y Perzen (todavía Alfonso Gobbi) se reencontró en un mundo mejor, más aceptable; un mundo que quería decir una casa, una familia, unos afectos, una vida más confortable. Siempre con sus grandes pasiones, la caza, los perros de caza y su entrenamiento, la pesca, las armas finas y su incansable pasión, la lectura. Pudo haberse colocado sobre todo lo bueno que había obtenido y abandonarse al merecido descanso. En el fondo, aparentemente había alcanzado su objetivo. Pero su carga vital, su inconformidad, aquel pesar que le había quedado de la juventud perdida, entre los campos de muerte y del dolor, no le permitieron descansar.
Necesitaba otra cosa, sentía que tenía que buscar algo. Y busco: con su voluntad de hierro y su constancia busco. Hizo todo por su cuenta, sin la ayuda de nadie, probando y volviendo a probar, cien y otras cien veces más; y al final ya de cincuenta años, se presento en la ciudad con ese “Perzen” que nadie sabía lo que quería decir. Fue su primera exposición. Había que tener valor, pero Perzen valor siempre tuvo hasta para vender y no me refiero al valor de quien abraza un fusil, más bien el que sabe hacerlo frente a la vida.
Quizás su primera exposición no fue lo que se considera un suceso, ni de crítica, ni de público. Mucha curiosidad y un poco de estupor, eso sí, Pero quien es este??? Que desolación! Demasiado rojo, demasiada violencia, comentaban algunos casi ofendidos… Quizás si se fuera dedicado al acostumbrado paisaje idílico, podía ser, pero esas abstracciones que entienden solamente los críticos de arte, “pero también los otros”, los que no entienden nada y solo saben decir “está bien”, porque se supone que es mejor decir así que pasar por ignorantes… Pero Perzen ofrecía cielos de fuego y tierra de muerte, áridas tierras del Estado Lara, cruces destrozadas, esqueletos expuestos al sol, perros de caza, “La inasistencia del hombre, la aplastante presencia del dolor y de la desesperación, y todo impuesto con una bofetada con amarillo, rojo y anaranjado”.
Y alguien dijo también “QUIEN ES ESE?” o sea el pintor, debía de estar medio loco. En realidad Perzen no esperaba nada mejor, en el fondo lo había previsto todo. Alto y flaco como un clavo, pero todo nervios y musculoso; jeans, chaqueta de cuero, botas negras, lentes oscuro, observaba buscando reprimir esa sonrisa casi mefistofélica que engaña mucho porque no refleja su fuerza moral. “Sé que no les gusta, parecía que pensaba; Yo se que les fastidia, a ciertas cosas en mejor no pensar, verdad? Y ahora deben pensar. No les gusta pero todo esto les hará recordar verdaderamente lo que siempre se han esforzado en no recordar”.
En pocos años, otras tres o cuatro exposiciones más. Tenacidad, voluntad, duro trabajo. Naturalmente técnica más depurada. Mayor dominio del pincel y del color. Estamos siempre en el mundo alucinante producto de su mente aun perturbada por las imágenes apocalípticas de su juventud en la cual vio demasiada sangre, demasiado dolor, demasiada destrucción. Sus cuadros gritan desesperación, gritan dolor, acusan. A veces ofenden… En el desierto anaranjado, bajo un cielo de fuego, seguido de un perro de caza, Cristo camina con una ametralladora en sus espaldas hacia horizontes de desolación o de la nada.
Es irreverencia???. Pero no!. Dejamos las cosas así. Cuando mucho una constatación. Con los tiempos que corren y como se ha reducido el mundo, si Cristo volviese debería andar arreglado y armado así, o terminaría peor de cómo le fue la primera vez. Cristo, aparece frecuentemente: naturalmente, siempre crucificado, sufriendo, más que por el dolor físico, por un mundo que no puede ser salvado a pesar de su extremo sacrificio… Que es el hombre? Porque el hombre? El pasado es un engaño, el presente un tormento, el futuro resbala en la nada. La única realidad es la nada y lo inútil de todo que parece no ser la nada. No existe el pecado original, existe el error original, el de haber nacido. Únicas presencias humanas de sus cuadros: el hombre, pero no más el hombre sino el esqueleto; la mujer joven, en su sensual desnudez, desesperadamente sola, atormentada por el peso de la condena cósmica de ser deseada a fin de que pueda continuar la vida sobre la tierra y Cristo crucificado en esa cruz, abandonado y traicionado, El, que es todo el mundo y todo el dolor del mundo.
La ciudad no puede fingir más. Perzen ya no es alguien que busca pintar, es un pintor. Y es algo más: es un dedo en una llaga, la cual cada uno lleva por dentro esforzándose por toda la vida de no hacerle caso, como si no existiese, pero esta y continua sangrando.
Los periódicos locales no escatiman en elogios. Los amigos y críticos le aconsejan hacerse conocer en otras ciudades, en la capital?, pero a el no le provoca. Por qué? Dice con una subida de hombros, tenía algo a dentro y lo he sacado afuera. De cualquier modo se deja tentar y se presenta una vez en Maracaibo y dos veces en Caracas. Y así llegamos a la época del retrato, y no podía ser otra cosa porque es difícil para un artista detenerse en las infinitas posibilidades que ofrece el rostro, sobre todo en un universo que se puede descubrir en una mirada humana. El suceso es inmediato, pero el suceso quiere decir también trabajar siempre más. Y así, por el cansancio, o por buscar paisajes que en un tiempo le fueron familiares, Perzen viaja hacia Canadá, para lo que debería ser un largo y merecido descanso en los bosques y en las tierras lejanas que se extienden hasta donde la tierra se cubre de blanco y el blanco se trasforma en hielo. Es el gran norte, bajo un cierto aspecto es un regreso a los orígenes. Pero ciertas imágenes no se pueden olvidarse, no se pueden abandonarse y así las encontramos reproducidas en lienzos en una exposición en Montreal. No ha estado propiamente descansando como se había propuesto. Y entonces el descanso lo busca en Italia. Faltaba desde hace treinta años y encuentra todo cambiado, aun si ciertas cosas no cambian jamás. Trento, Milán, Venecia, Roma todo bien, pero el gran encuentro fue en Florencia. A lo mejor hasta se le olvido alimentarse, de dormir y en vez de aire respiro ARTE y en el arte se sumergió y ha sentido en la carne y el espíritu el halito de aquellos lejanos signos de esplendor y se baño de esa luz que ilumino a La Toscana, Italia y en gran parte, Europa.
Pero la casa está aquí y hay que regresar, por que más de la mitad de su vida se llama Venezuela. Regresa y naturalmente trabaja. Desde hace tres anos ya, quizás aun mas trabaja febrilmente. Ha encontrado un nuevo lenguaje. Cuadros enormes, nuevos colores (ahora predominan el verde, el azul con fondos negros), tiene en mente algo que lo empeña profundamente. El breve descanso ahora es en el extremo sur del país. La Gran Sabana y más lejos aun, con nuevas emociones, otros horizontes, un cielo que no termina nunca… Y tanta soledad, quizás encontró un poco de paz!. Puede ser que este ano una exposición la habrá, son casi sesenta cuadros enormes. Los he visto y sé que dirán algo también a los que no tienen ganas de oír. Hablan, como siempre, de nuestros miedos, de los que tenemos bien escondidos y no queremos confesar ni a nosotros mismos. Sera, en síntesis, nada más que la angustia del hombre solo, conocedor de su inutilidad en un universo también inútil, un universo absurdo y alucinante.
SERGIO RIVOLTA.(+)
Corresponsal de La Voce de Italia.